sábado, 20 de junio de 2015

Carta abierta a mi papá*

En las noches veo a Venus y a Júpiter por ti, veo a la Luna, la Vía Láctea, las estrellas fugaces, todo lo veo gracias a ti. He recorrido casi todo el país por que tu eres un viajero, he aprendido a comer en fonditas y en mercados porque eres aventurero, soy lo que soy, en gran medida por ti.

Eres la persona más increíblemente difícil y maravillosa que conozco, te pueden fascinar a diario las flores de unas orquídeas y puedes resolver problemas matemáticos y de lógica con gran facilidad. Eres rudísimo, eres muy terco y necio, pero eres todo tierno. No sabes decirme que me quieres mucho, casi nunca me abrazas, te desespero y justo me acabo de dar cuenta que seguido me mandas muy lejos con el pensamiento. Pero SIEMPRE estás ahí. No importa que esté a kilómetros de distancia, siempre que te he necesitado nunca has dudado en escucharme, regañarme y darme tu apoyo. Tu tampoco sabes cuánto te quiero. No le creas a mi mamá, acá entre nos, yo te adoro, sólo que creo que luego se pone celosa, pero ella sabe que también la quiero. (Seguro se enoja porque nunca me hago llamar Cinthya, sino Selene, el nombre que tu escogiste).

Nunca me enseñaste a ser una princesa, nunca, incluso que recuerde, me dijiste que lo fuera. Soy una contestona, soy extrovertida, soy ruda, y soy lo que soy por ti. No quiero ser una princesa, quiero ser la hija de la que te sientas orgulloso, aunque no te haya dado nietos aún, quiero ser una hija a la que quieras mucho, aún y que tenga el cabello corto y no haga ejercicio, o no coma tantos tacos o carne como tu. Quiero que seas feliz conmigo y que nos querramos siempre como somos.

Cuídate. Quiero que camines bien. Quiero que veas bien y que tu corazón lata todo el tiempo que se pueda. Quiero que tu cerebro esté al cien. Te quiero siempre conmigo, quiero que te quieras.

Te escribo esta carta porque no sé porqué nunca podemos hablar. Pero sé que te ha gustado mucho el internet y estoy segura que la vas a leer. Feliz día gordito. Eres el mejor papá que pudiera tener. Lo eres todo para mi, aunque no lo creas así. Te quiero y te querré siempre.

Tu hija.

lunes, 25 de agosto de 2014

Siete años en Guanajuato*




¿Recuerdan cuando escribía anualmente sobre mi estancia en Guanajuato?
Bueno, pues este año no será la excepción. En agosto cumplo siete, sí, siete años de vivir en pueblo seco, o cuévano, como le digo de cariño, recuerdo que al principio me desesperaba y ahora hasta lo extraño. Estos últimos meses he aprendido que en realidad, vivo en Guanajuato pero trabajo en Monterrey. Ya las dos son mi casa, y creo que el verano fresquecito no me viene tan mal como el de los 40 que hace en mi ciudad natal. 7 años para 7 hechos que han cambiado mi vida, y a continuación enumero:

1.- Mi maestría. El haberme decidido a venir para estudiar mi maestría en restauración de sitios y monumentos a la universidad de Guanajuato es una de las mejores decisiones que haya podido haber tomado en mi vida, me trajo tantas cosas que no terminaría nunca de contar. (Con todo y que según yo venía sólo dos años y me regresaba para mi pueblo, mmm, sí, cómo no)

2.- Ricardo. El guapo restaurador que conocí en la maestría de restauración y que después hizo una maestría en Historia. El chilango, perdón, el capitalino que se convertiría en mi esposo y socio, no sólo en la cuestión laboral, sino en muchísimas cosas más, quién me ha enseñado tantas cosas y quien va de la mano conmigo en la travesía que es mi vida por el centro del país.

3.- Tener paciencia. Mmmta, pensaba cuando de plano no llovía en el pueblo, ¿pues cuándo chingados va a llover aquí? Me dije el segundo semestre que estuve en Guanajuato, y zas, que llega la temporada de lluvias a callarme la boca con esos torrenciales aguaceros de agosto que tan bien conocía Ibargüengoitia. El esperar y tener paciencia a la temporada de chiles en nogada, el esperar a ver reverdecer los cerros o esperar a que llegaran las fiestas de la ciudad me llevó de la mano a ser una persona distinta.

4.- Cuidar el agua. ¡Ay, qué cursi! (Van a pensar) Pero eso de que corten el agua 2 o hasta 3 días a la semana por que no llueve y en las presas no hay líquido no es cosa sencilla, uno aprende a cuidar y valorar eso que de manera tan sencilla siempre tuve en Monterrey.

5.- Aprendí a comer. Mamá, perdóname. Pero ahora entiendo el arroz con tomate, cebolla y ajo guisados sin necesidad de tener knorr suiza o knorr tomate. Los sabores del centro del país nunca los voy a encontrar en Monterrey, como tampoco encontraré esa deliciosa carne que tenemos en el norte. Sin embargo es muchísimo más común tener una comida con ingredientes frescos y no tan procesados a como estamos acostumbrados en la capital de N.L. Sí, ya sé que más de uno me dirá: “no compares” ¿pero por qué no volver a darnos el tiempo para cocinar sin necesidad de sólo descongelar lo que ya viene empaquetado?

6.- Dar clases. El haber sido invitada a la Universidad de Guanajuato para dar clase de Historia de la Arquitectura es una de las cosas que más me ha hecho feliz en estos 7 años. Conocer a mis alumnos y robarles su juventud, no, no es cierto, conocerlos y aprender de ellos me ha encantado. Creo que no soy tan mala dando clase y es una de las cosas que más disfruto en mi vida.

7.- Lulú. Mi pelirroja psicóloga a la que adoro y a la que hago reír cada vez que la veo ha sido sin lugar a dudas una piedra angular en mi estancia guanajuatense. 

Así que he aquí estos 7 años guanajuatenses. Cada vez lo quiero más y creo que la ciudad, mi querido pueblito pintoresco que añoro cuando estoy en Monterrey también me quiere a mi*

sábado, 9 de agosto de 2014

Sexy con canas (o el terror de las estilistas)

"Mira nadamás cuántas arrugas tienes, deberías inyectarte bótox", me dijo mi madre hace no mucho tiempo...
Y es que sí, tengo arrugas, canas y demás, pero tengo 32 años, que si bien no son 60, tampoco son 15.

Resulta que desde que tenía unos 16 años que me pintaba el cabello y hoy lo he dejado de hacer.
Pero...¿qué? ¿escribir en un blogg mis extraños tips de belleza? Nel. Pero creo que es necesario platicar que después de todo uno es como es y se acabó. Puedes hacer todo lo que quieras pero si no eres pelirroja, pss nunca lo vas a ser, o si te salen arrugas por que uno va creciendo, bueno, pues es normal y si no quieres envejecer, pues muérete y se acabó.

Me he dado cuenta con la edad que uno mismo es toda una belleza con eso: con la edad.
Por que aunado a ello vienen cosas muchísimo más interesantes que el típico verse siempre jóven y radiante, vienen éxitos laborales, vienen retos, experiencias, y una solidez que va ligada indiscutiblemente con el tiempo.

Han de saber que soy una persona que se aburre fácilmente, que odia los árboles verdes porque "siempre están verdes", todo es porque me encantan los cambios, aún y que éstos sean cíclicos me encantan. El centro del país me enseñó a esperar, a dar tiempo para que sea temporada de los chiles en nogada o de lluvias, el norte con los árboles y sus estaciones me enseñó que todo cambia, incluso uno mismo.

No sé, talvéz un día vuelva a caer y me tiña el cabello de rojo. Pero por lo pronto estoy en el proceso de aprender a verme tal cual soy, con arrugas y canas, sí, pero con la enorme satisfacción de seguir creciendo*

lunes, 30 de diciembre de 2013

2013: qué bueno que ya te vas*

A ver, antes que nada, no es que le esté reprochando nada al pobre del 2013...¿él qué culpa tiene? (Dirían por ahí...) Pero vaya que fue un año pesado.

Dos operaciones, una en enero y otra en julio, mi mejor amigo que se me va, y diagnostican a fin de año con mal de pecho a mi papá. Neta 2013 que qué bueno que ya te vas.

No puedo negar que por otro lado hubieron gratas experiencias: sueños hechos realidad, días con hermosos colores y experiencias que me hicieron casi llorar de emoción.

No me mal interpreten, si quiero que ya se vaya el dos mil trece, es porque muero de las ganas de saber que me deparará el 2014. Para empezar, el No. 14 es de mis favoritos, así que hablando numerológicamente, estaré predispuesta a que todo vaya mucho mejor.
¿Seré mamá? ¿Conoceré por fin Europa? ¿Regresaré a Monterrey? ...son tan sólo algunas de las interrogantes que tengo para el futuro inmediato.

Por lo pronto espero seguir, disfrutando cada una de las experiencias y aprendiendo de todas ellas.
Lo único que deseo después de todo, es poder seguir teniendo a los que quiero cerca, para poder abrazarlos y no perder nunca la oportunidad de decirles cuánto los amo.

Ójala sea un divertidísimo 2014!

*A mi querido amigo Felipe: justo cuando te fuiste empecé a trabajar en Monterrey, tenías razón, no hay día que no te extrañe y que no piense en ti. Pero ya nos veremos luego colega, por lo pronto, creo que seguiré por aquí.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Pertenecer y no*

Han de saber que justo en el momento que escribo este post mis pobres dedos están más que congelados gracias a los 9° que hay en Monterrey. Porque sí, esta entrada de mi olvidado blog se escribe desde tierras norestenses.
Y hoy, algo pasó que me movió a venir hasta acá para redactar...

Hace más de 6 años que como bien saben vivo en Guanajuato Capital, pero nunca he cortado el cordón umbilical que me une a la Sultana del Norte. Allá en el centro del país apenas me ven y bien saben que no soy de ahí, y ahora que estoy en Monterrey tampoco me creen de aquí.

¿Qué pasó?

Hubo un momento, (no me pregunten cuando) que dejé de pertenecer.
Dejé de ser de allá y dejé de ser de acá y ahora sólo soy. Sé que suena más bien a un juego de palabras pero no, resulta que ya no pertenezco al norte, pero tampoco pertenezco al centro del país, y si es así, ¿a dónde pertenezco? Pues pertenezco a todos lados: desde Palenque hasta Lampazos, y desde Parras hasta Tulum.

Se sabe bien que uno siempre busca pertenecer, pero, ¿y cuando ya no pertences? Pues bueno, para terminar este pequeño post les cuento que no pertenecer no es tan malo, es más bien harto interesante el saberte de todos lados. (Eso o como dicen acá en el norte, sólo intento hacerme un cocowash)

Porque eso de moverte del norte al centro y del centro al sur te crea a la vez una pertenencia mayor que el simple hecho de creer pertenecer a un sitio por nacer de ahí*

domingo, 7 de julio de 2013

Noticias de Imperio (o el libro que tardé 5 años en leer)

Hace 5 años fue que tomé por vez primera el libro de Fernando del Paso.
Desde el momento en que empecé a leerlo me atrapó con uno de los monólogos de la Emperatriz en el castillo de Bouchout donde se presenta: “Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina Victoria de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo."

La triste tragedia del segundo imperio mexicano hecho novela me tuvo en vilo cinco años, y es que, curiosamente no lo quería acabar de leer. Tenía una terrible relación amor/odio con la novela histórica. Pobre Carlota, y pobre Maximiliano, al que si bien le fue mejor con el fusilamiento en el cerro de las campanas, a la pobre Charlotte le tocaron 60 años de locura y delirio con su imperio mexicano. Vió y a la vez no, caer uno por uno a todos sus conocidos, asesinados, muertos por enfermedad o traición, en donde ella al final quedó como un fósil viviente de una época pasada, donde nadie le lloró a la mujer más rica del planeta. Pobre mamá Carlota, pobre Carlota que al final terminó loca. 

La narración de Noticias del Imperio es impecable, los datos históricos también.
Algún día tenía que terminarla de leer, para poder incluso conocer al castillo de Chapultepec, al que como veta personal delimité hasta acabar con la novela. 

Han de saber que me pasaba con el libro algo similar que a las señoras que venden fruta en la calle y no las quieren vender a una sola persona porque si no, ¿qué más van a vender? Y no es que no tuviera yo más que leer, y no es que no haya leído en estos 5 años otros libros, sino que, no quería acabar de leer los monólogos de Carlota y sus delirios por México y Maximiliano. 

Claro que, terminé llorando, con todo y que al final sabía, que los dos se morían.


martes, 18 de diciembre de 2012

...el 21 de diciembre y la salvada que se darán los pavos en navidad*

...la primera vez que escuché sobre el fin del mundo fue un bonito domingo en la iglesia, cuando de pequeña me llevaban a escuchar como los carros de fuego con los 4 jinetes del apocalipsis un día sin previo aviso iban a llegar, curiosamente, la segunda vez que recuerdo haber escuchado algo al respecto fue con Mulder y Scully en los X Files, quienes siempre hablaban de una fecha para el fin del mundo: sí, en diciembre del 2012.

Todos sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad, han existido más de quinientas fechas para el siempre temido (pero parece que deseado) fin del mundo. Pasando por profecías que van desde San Juan, la Virgen de Lourdes, Nostradamus, (y porqué no?) los Mayas, los seres humanos estamos en el constante temor de que en realidad existan tres días de completa oscuridad y que en esa oscuridad, los zombies toquen a nuestra puerta y les abramos para que se alimenten de nuestro rosado y carnoso cerebro.

Todo parece indicar que por más catastrofistas que nos pongamos, lo más que va a pasar el próximo viernes 21, será que llegará por fin el solsticio de invierno.

Como ejercicio mental, he tratado de pensar en qué pasaría si en realidad el mundo se va a acabar (como dice la canción) y lo increíble es que no lo he podido hacer! Digo, para qué empezar con, chin, hubiera hecho esto, chin, no, mejor no, o lamentarme porque no he ido aún a Macchu Pichú o a ver las líneas de Nazca...
Más que temerle al fin del mundo, deberíamos temer el no disfrutarlo tal cual, con todo lo que tenemos y buscar el simple (pero difícil) hecho de la felicidad.

Porque sí, día a día nuestra naturaleza nos acerca al fin, y no por una guerra mundial, una invasión extraterrestre o el apocalipsis zombie, sino por nuestras propias células caducas, ya que al nacer estamos condenados a morir, sí, pero con el maravilloso intermedio que es en si la vida, y a sabiendas de ello ya queda en nosotros el disfrutarla o no*