lunes, 25 de agosto de 2014

Siete años en Guanajuato*




¿Recuerdan cuando escribía anualmente sobre mi estancia en Guanajuato?
Bueno, pues este año no será la excepción. En agosto cumplo siete, sí, siete años de vivir en pueblo seco, o cuévano, como le digo de cariño, recuerdo que al principio me desesperaba y ahora hasta lo extraño. Estos últimos meses he aprendido que en realidad, vivo en Guanajuato pero trabajo en Monterrey. Ya las dos son mi casa, y creo que el verano fresquecito no me viene tan mal como el de los 40 que hace en mi ciudad natal. 7 años para 7 hechos que han cambiado mi vida, y a continuación enumero:

1.- Mi maestría. El haberme decidido a venir para estudiar mi maestría en restauración de sitios y monumentos a la universidad de Guanajuato es una de las mejores decisiones que haya podido haber tomado en mi vida, me trajo tantas cosas que no terminaría nunca de contar. (Con todo y que según yo venía sólo dos años y me regresaba para mi pueblo, mmm, sí, cómo no)

2.- Ricardo. El guapo restaurador que conocí en la maestría de restauración y que después hizo una maestría en Historia. El chilango, perdón, el capitalino que se convertiría en mi esposo y socio, no sólo en la cuestión laboral, sino en muchísimas cosas más, quién me ha enseñado tantas cosas y quien va de la mano conmigo en la travesía que es mi vida por el centro del país.

3.- Tener paciencia. Mmmta, pensaba cuando de plano no llovía en el pueblo, ¿pues cuándo chingados va a llover aquí? Me dije el segundo semestre que estuve en Guanajuato, y zas, que llega la temporada de lluvias a callarme la boca con esos torrenciales aguaceros de agosto que tan bien conocía Ibargüengoitia. El esperar y tener paciencia a la temporada de chiles en nogada, el esperar a ver reverdecer los cerros o esperar a que llegaran las fiestas de la ciudad me llevó de la mano a ser una persona distinta.

4.- Cuidar el agua. ¡Ay, qué cursi! (Van a pensar) Pero eso de que corten el agua 2 o hasta 3 días a la semana por que no llueve y en las presas no hay líquido no es cosa sencilla, uno aprende a cuidar y valorar eso que de manera tan sencilla siempre tuve en Monterrey.

5.- Aprendí a comer. Mamá, perdóname. Pero ahora entiendo el arroz con tomate, cebolla y ajo guisados sin necesidad de tener knorr suiza o knorr tomate. Los sabores del centro del país nunca los voy a encontrar en Monterrey, como tampoco encontraré esa deliciosa carne que tenemos en el norte. Sin embargo es muchísimo más común tener una comida con ingredientes frescos y no tan procesados a como estamos acostumbrados en la capital de N.L. Sí, ya sé que más de uno me dirá: “no compares” ¿pero por qué no volver a darnos el tiempo para cocinar sin necesidad de sólo descongelar lo que ya viene empaquetado?

6.- Dar clases. El haber sido invitada a la Universidad de Guanajuato para dar clase de Historia de la Arquitectura es una de las cosas que más me ha hecho feliz en estos 7 años. Conocer a mis alumnos y robarles su juventud, no, no es cierto, conocerlos y aprender de ellos me ha encantado. Creo que no soy tan mala dando clase y es una de las cosas que más disfruto en mi vida.

7.- Lulú. Mi pelirroja psicóloga a la que adoro y a la que hago reír cada vez que la veo ha sido sin lugar a dudas una piedra angular en mi estancia guanajuatense. 

Así que he aquí estos 7 años guanajuatenses. Cada vez lo quiero más y creo que la ciudad, mi querido pueblito pintoresco que añoro cuando estoy en Monterrey también me quiere a mi*

sábado, 9 de agosto de 2014

Sexy con canas (o el terror de las estilistas)

"Mira nadamás cuántas arrugas tienes, deberías inyectarte bótox", me dijo mi madre hace no mucho tiempo...
Y es que sí, tengo arrugas, canas y demás, pero tengo 32 años, que si bien no son 60, tampoco son 15.

Resulta que desde que tenía unos 16 años que me pintaba el cabello y hoy lo he dejado de hacer.
Pero...¿qué? ¿escribir en un blogg mis extraños tips de belleza? Nel. Pero creo que es necesario platicar que después de todo uno es como es y se acabó. Puedes hacer todo lo que quieras pero si no eres pelirroja, pss nunca lo vas a ser, o si te salen arrugas por que uno va creciendo, bueno, pues es normal y si no quieres envejecer, pues muérete y se acabó.

Me he dado cuenta con la edad que uno mismo es toda una belleza con eso: con la edad.
Por que aunado a ello vienen cosas muchísimo más interesantes que el típico verse siempre jóven y radiante, vienen éxitos laborales, vienen retos, experiencias, y una solidez que va ligada indiscutiblemente con el tiempo.

Han de saber que soy una persona que se aburre fácilmente, que odia los árboles verdes porque "siempre están verdes", todo es porque me encantan los cambios, aún y que éstos sean cíclicos me encantan. El centro del país me enseñó a esperar, a dar tiempo para que sea temporada de los chiles en nogada o de lluvias, el norte con los árboles y sus estaciones me enseñó que todo cambia, incluso uno mismo.

No sé, talvéz un día vuelva a caer y me tiña el cabello de rojo. Pero por lo pronto estoy en el proceso de aprender a verme tal cual soy, con arrugas y canas, sí, pero con la enorme satisfacción de seguir creciendo*